Japoneses en Barcelona
Lo cierto es que se trata de un tema tan, tan machacado por todo el mundo, que aburre un poco, la verdad. Pero también es verdad que al final acudimos a este tipo de restaurantes con cierta frecuencia, por lo que más vale andar prevenidos.
Vaya por delante que no soy ninguna experta. A los restaurantes japoneses no voy a hacer estudios ni sociológicos ni gastronómicos; simplemente voy, como mi arrocico, mis udon y mi sashimi, y para casa. Por eso, entre los restaurantes barceloneses que voy a recomendar, es más que posible que aparezca un chino "remozado". Lo siento, pero como no sé japonés, no he estado en japón e, insisto, no soy ni mucho menos una experta, tendréis que conformaros con esto.
En algún momento de la historia ya se comentó en este blog la existencia del Rojo y del Fusion Sushi Club.
Bueno, pues ahora, en el capítulo de despropósitos hemos de empezar por el KIBUKA. La ventaja es que está en Gràcia, que, de momento, es mi barrio; en concreto en la calle Goya. La desventaja es que, no, no vas a cenar en él un sábado; ni un viernes; ni ninguna víspera de fiesta. Mi naturaleza perezosa me ha impedido ir a ese lugar antes de las 21 horas los viernes y los sábados, así que el noventa por ciento de las veces que he acudido a este lugar, horrorizada ante la marabunta de la puerta, me he visto obligada a seguir mi camino hasta Gran de Gràcia y tomarme un estupendo frankfurt de tres euros. Sólo en una ocasión he conseguido deleitarme con los manjares del Kibuka; y el éxtasis no fue tal. Nada excepcional en lo que a pescado se refiere. En cuanto al servicio, pienso que debí tener muy mala suerte, porque: a) tardaron un mucho en atendernos y servirnos; b) los platos fueron literalmente tirados sobre la mesa c) la sonrisa no se estila.
Menos mal que, también en los alrededores de Gràcia está el Nihon Sakari (Girona, 88). No será maravilloso, ni super cool, ni nadie va disfrazado; y es cierto que la foto del Golden Gate del fondo, que ocupa toda la pared, es un elemento de atrezzo, cuando menos, singular. Pero el sashimi es el más fresco que he probado en Barcelona a un precio razonable y, francamente, al sashimi lo único que se le puede pedir es que esté bien cortado y fresco. Y de postre, yo que soy una laminera, mochi. Este restaurante sale un poco más caro que los japoneses "de carril", bufet libre, etc, pero realmente merece la pena.
A otro nivel, y para otros momentos, en la Plaça de la Revolució se encuentra el Maguroya (Ramón y Cajal 32). Es un take away que, parece ser, regenta una japonesa. Lo cierto es que la mitad de las veces me ha atendido un "barceloní". No es maravilloso, ni mucho menos, pero se deja comer bastante bien, y para quedarte en casa una noche, o invitar al alguien a cenar, pues es muy socorrido.
Otro día os hablaré del japonés que visitamos en Helsinki. Pero Helsinki y sus restaurantes requieren un capítulo aparte.
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