Abrumados por la insistente oferta de la calle Verdi de cocinas especiadas y exóticas, palestina, siria, libano y otros reinos del cordero, y habiéndonos negado a hacer cola por enésima vez para cenar en el
Kibuka (cocina japonesa o del palo), entramos a restaurarnos en un diminuto local de la calle del Oro (
Carrer de l'Or). No sé lo que nos llamó la atención, puesto que no recuerdo el nombre, ni siquiera si lo tenía, y la carta a bote pronto tampoco prometía manjares exóticos. Fue problablemente el hecho de que hubiera sitio libre a aquellas horas en zona tan concurrida a eso de la cena.
Un par de ensaladas nos pareció lo apropiado para empezar. Comenzó también el juego de contrastes. La carta estaba toda en catalán y sólo en catalán (de momento no multan si no está en inglés o en bereber) así que transcribiré, si necesario y en castellano, el nombre de los platos. Decía, empezamos con una
Amanida Lyon (ensalada de Lyon), que fue lo siguiente: dos tostadas, con sendas rodajas de queso tibio de cabra, sobre una base de distintas variedades de lechuga apañadas de mala manera y excesivamente salada. Decepción.
La Amanida L'Escala -vaya nombrecitos tan elegantes- fue un bálsamo reparador: base de tomate, con boquerones y un aliño vinagretero a la oliva negra. Mucho mejor. De ahí, pasamos al
Assortiment de truites (surtido de tortillas), quizá lo más reseñable, de verduras, habitas tiernas y patata y al surtido de pates, que no estuvo mal pero que a mí sólo me supo a paté a la pimienta.
Por último y de postre una copa de helado de turrón con nata y chocolate y una brocheta de frutas al chocolate. Perfectamente me lo hubiera podido preparar yo en casa con igual o mejor resultado (este criterio se lo debo a mi madre), pero tampoco vamos a criticar por criticar.Ah,no probé el pastel de chocolate con chocolate, tenía miedo de que no fuera otra cosa que pastel de chocolate con chocolate.
Todo ello, acompañado de tres cervezas (checas y del país) y par de botellas de agua, nos salió por unos 48 euros. Bien, teniendo en cuenta que éramos tres, que el servicio fue rápido y atento y que no nos quedamos con hambre. Propina: la maldita crisis nos hizo quedar como unos rijosos.
En resumen, un oasis de comida sin pretensiones en la marabunta de parque temático de la zona de la calle Verdi.
Carrer de l'Or (al lado de un wok, a la altura del número 21)
Barrio de Gracia (Barcelona)
PD: prometo una entrada acerada sobre una cerveza Barcelonesa (y no me refiero al orín gasificado marca Damm).
Do jutra.
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